“Cuando en mí la angustia iba en aumento, tu consuelo llenaba mi alma de alegría” Salmo 94:19
En el evangelio de Juan encontramos el relato tan conocido de la muerte de Lázaro. Allí encontramos un cuadro desolador: sus hermanas, María y Marta, tristes, desesperadas, incluso desilusionadas cuando Jesús llega cuatro días después; también vemos que había algunos judíos ahí en su casa acompañándolas en este momento difícil. ¿Cuántas de nosotras podríamos sentirnos identificadas con esta escena? Muchas veces nos hemos sentido tristes, angustiadas, dolidas ante situaciones que escapan nuestro control, y también hemos pensado "Jesús está tardando, va a llegar para cuando ya sea muy tarde". Y sentimos que el consuelo real no llega, sentimos que Jesús no aparece.
Pero si salimos un poco de esa escena y retrocedemos un poco la película, nos encontramos con que unas escenas atrás, cuando Jesús se entera que su amigo estaba enfermo, hace una declaración: "Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios" (Juan 11:4), y recordemos algo importante: Jesús hacía todo lo que veía al Padre hacer. Así que lo que Él decía, era lo que efectivamente ocurriría.
Jesús ya sabía cómo terminaba la película y aun así, se presenta allí en Betania y cuando visita la tumba de Lázaro, aquel amigo a quien amaba, se pone a llorar. Quiero decirte que Jesús también sabe cómo se van a desenvolver las situaciones que cada una de nosotras está viviendo, pero eso no le impide el estar cerca nuestro y entendernos en este proceso. Jesús pasó lo mismo que estamos pasando nosotras, experimentó el mismo dolor. ¡Se puso a llorar como nosotras!
Muchas veces pensamos que como hijas de Dios no tendríamos que estar tristes nunca. Pero eso no es verdad. Las emociones fueron creadas por Dios (y también experimentadas por Él), así que tenemos todo el permiso para experimentar enojo, tristeza, alegría, miedo, etc. Pero a Dios le importa tanto cómo nos sentimos, que no quiere que nos quedemos en el dolor, sino que quiere transformar nuestras realidades: de muerte a vida, de esclavitud a libertad, de lamento en baile. Quiere traerte alegría a través de Su consuelo, como dice el Salmo que leímos al principio.
Jesús viene hoy a nuestro encuentro, Él quiere consolarnos de maneras que ni nos imaginamos, como lo que hizo con María y Marta. Ellas esperaban que Jesús fuera a sanar a Lázaro, pero Jesús fue a resucitarlo. Dios quiere cambiar tu situación de tumbas a jardines. Solo basta creer: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?" (Juan 11:40).
Activación: Recordá que Dios obra de manera encarnacional, es decir que nosotros, la iglesia, somos Sus manos, Sus pies, Su boca… hoy disponete a consolar a alguien que sepas que está pasando por alguna dificultad, primero orá por esa persona y después contactala para charlar, tomar un café, invitarla a tu grupo. Sé los brazos de Papá hoy trayendo consuelo y alegría a esa persona. Y si vos estás pasando un tiempo de angustia, no estás sola. Acercate hoy a compartirle esto a alguien, pedile que ore por vos y sentí ese abrazo de Dios a través de tu hermana.
Oración: Jesús, gracias por entenderme en mi dolor. Recibo hoy tu consuelo, quiero experimentar esa paz que solo viene de vos. Y hoy quiero hacer la misma declaración que hiciste con Lázaro: declaro que esta situación no es para muerte (ni física, ni espiritual, ni muerte de mis sueños, de mi futuro, etc), sino que será para Tu gloria. Amén.