“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de él mana la vida” Proverbios 4:23
Si a cada de nosotras hoy nos confiaran el tesoro más preciado del mundo, ¿qué haríamos? ¿Cómo lo cuidaríamos? ¿Dónde lo guardaríamos? Probablemente en algún lugar muy seguro. También estaríamos muy atentas y cuidando celosamente ese tesoro. Nos aseguraríamos de que no esté expuesto a peligros, sino que lo protegeríamos con amor, paciencia y dedicación.
Nuestro corazón también es como ese tesoro preciado. Tenemos que cuidarlo, porque la Biblia dice que éste determina el rumbo de nuestra vida. Dios nos dejó una gran tarea y responsabilidad sobre nuestro mundo emocional. Él nos dice que cuidemos nuestro corazón, nuestra mente, nuestras emociones. Si para Dios esto es importante, entonces nosotras tenemos que estar alertas. Tenemos que tratar al corazón como algo preciado y frágil.
¿Cómo lo cuidamos? Hay por lo menos dos cosas de las que habla la Biblia que, cuando les prestamos atención, dejan en evidencia cómo está nuestro corazón. Y cuando descubrimos lo que hay allí, podemos pedirle a Dios que trabaje en nosotras. Así como nos hacemos un chequeo médico periódicamente, está bueno hacer un chequeo de nuestro corazón, para saber cómo está.
En primer lugar, en Lucas 6:45 dice que "de la abundancia del corazón, habla la boca". Las palabras que salen de nuestra boca hablan mucho de lo que hay en nuestro mundo emocional. ¿Qué decimos de nosotras mismas? Esto es fundamental ya que la persona a la que más escuchamos hablar es a nosotras mismas, y lo que decimos nos muestra qué estamos creyendo y por ende, qué estamos viviendo. Además, prestemos atención también a lo que decimos de nuestra pareja, de nuestros hijos, de nuestros padres, de nuestros amigos, de nuestra iglesia. No solo qué decimos de ellos, sino también al dirigirnos a ellos. ¿Estamos hablando palabras de bendición? ¿O hay en nuestra boca palabras que demuestran rencor, falta de perdón?
Por otro lado, en Proverbios 15:13 dice que "el corazón contento hermosea el rostro". Lo que pasa en nuestro corazón se refleja en nuestro rostro. Es decir, no podemos ocultar lo que nos pasa, porque nuestra cara nos delata: cuando estamos enamoradas, tenemos una sonrisa enorme; cuando estamos enojadas, tenemos una expresión endurecida; cuando estamos estresadas, tenemos un rostro que demuestra preocupación. Este versículo nos habla de la relación entre nuestro mundo emocional y nuestro cuerpo. Nosotros somos seres tripartitos: espíritu, alma y cuerpo, así que estas tres áreas están en constante relación e interacción todo el tiempo. Esto nos lleva a entender que al cuidar nuestro corazón, también estaremos cuidando nuestro espíritu y nuestro cuerpo. A medida que nos hacemos más y más conscientes de que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, más podemos entender la importancia de cuidar nuestro corazón, porque estaremos cuidando aquel lugar donde eligió habitar Aquel que ningún lugar puede contener.
Activación: Hoy pensá una acción práctica que te lleve a cuidar tu corazón de una manera nueva a como lo venías haciendo. Y si no era algo que tenías presente anteriormente, hoy es un buen día para empezar. Quizás necesitás cambiar tus palabras hacia alguna persona en particular, o quizás necesitás retomar una actividad para cuidar tu cuerpo. Cualquiera sea la acción práctica que pienses, determinate a convertirla en un nuevo hábito en tu vida.
Oración: Señor, te pido que me ayudes a cuidar mi corazón como un tesoro. Te pido perdón si alguna vez lo descuidé. Quiero ser más consciente de las palabras que salen de mi boca y tomar acciones prácticas para cuidar mi cuerpo. Espíritu Santo, revelame en este día qué cosas aún necesitan ser sanadas, te entrego todas las piezas de mi corazón para que vos me restaures por completo.