“El Señor dio un mensaje; muchas mujeres lo anunciaban. ¡Están huyendo los reyes y sus ejércitos! En casa, las mujeres se repartían lo que se le había quitado al enemigo”. Salmo 68:11
Comenzamos una nueva semana y durante los próximos días estaremos hablando sobre cómo todas nosotras, juntas y en unidad veremos avanzar el reino de maneras asombrosas. Las semanas que pasaron fueron de mucho aprendizaje y activación personal. Comprendimos que nuestra voz carga la potencia y el poder del cielo, nos dispusimos a aprender a escuchar más y mejor la voz del Espíritu Santo y también alineamos nuestro corazón, alma y cuerpo con lo que el cielo está hablando.
Tal como dice el Salmo 68:11, el Señor está dando un mensaje desde su trono y nuestros oídos están siendo entrenados para escucharlo cada día con mayor claridad. Su potente voz truena desde los cielos y nosotras respondemos con un SI determinado en nuestros labios. Somos esas “muchas mujeres”, o como dice en otra versión, somos “millares de mujeres” que anunciamos que el reino de los cielos se ha acercado. Cuando todas nosotras, en acuerdo, somos capaces de alzar nuestro clamor, el mal se vuelve impotente y el infierno calla, los enemigos son dispersados y lo que nos había sido robado ahora es devuelto y multiplicado. ¿Estamos listas para repartir el botín?
Activación: No estás sola, tal como lo estás haciendo vos, en este mismo día hay cientos de hermanas tomándose un momento para leer este devocional. Probablemente en este instante te encuentres físicamente sola, pero te animo a que ahora con los ojos de tu imaginación puedas visualizarte rodeada de ese ejército de mujeres que se está levantando. Si fuiste al campamento, recordá aquellos momentos de adoración donde juntas nos unimos en una voz para adorar a nuestro Papá. Si no fuiste al campamento, también podés cerrar tus ojos e imaginarte rodeada de otras mujeres, pueden ser hermanas de la iglesia, o compañeras del grupo café o casa de amistad, etc. Con esta imagen en mente, te pido que te unas a la siguiente oración:
Señor, gracias por ponerme en una comunidad de fe, gracias porque de ahora en adelante tengo la certeza de que nunca más estaré sola. Gracias porque puedo ver los distintos atributos de tu naturaleza a través de mis hermanas. Gracias porque cuando veo a una de ellas sonreír, te veo a vos. Gracias porque cuando una de ellas ora por mi, vos no te demorás en venir a rescatarme. Gracias porque cuando yo ayudo a una de mis hermanas, estoy siendo tus manos; gracias porque cuando abrazo a una de ellas, soy una extensión de tu amor; gracias porque cuando lloro con una de ellas toda la compasión del cielo se hace presente y vos corrés y te hacés presente. Gracias Señor por sacarme del individualismo y por colocarme en este poderoso ejército. Amén.